Texto: Pinto Priscila
Existe un interés creciente por comenzar a integrar la ecología con la producción agropecuaria y cambiar la forma en la que producimos alimentos. Un claro ejemplo de este interés, es la frecuencia con la que se mencionan los conceptos de la agroecología y la intensificación ecológica en las jornadas de actualización y las charlas con productores agropecuarios. La necesidad de un cambio de paradigma se hace cada vez más notoria debido al deterioro del ambiente que perciben tanto los productores, como otros actores de la sociedad. Para ello es posible manejar los agroecosistemas utilizando los conceptos de la ecología, de modo que nos permitan diversificar los servicios ecosistémicos que le brindan a la sociedad.
Los ecosistemas agrícolas, o agroecosistemas, brindan el servicio de provisión de alimentos mediante la producción de granos. Pero a la vez, en función de su estructura o funcionamiento pueden proveer, o dejar de proveer, otros servicios. Por ejemplo, luego de una fase de pasturas los agroecosistemas presentan niveles más altos de materia orgánica y mejores propiedades físicas, que luego de varios años de agricultura continua. La pérdida de éstos y otros servicios ecosistémicos suele ser mayor cuando los agroecosistemas cuentan con un solo cultivo al año y con baja diversidad de cultivos. Esto sucede porque la mayor parte de la energía que absorben los agroecosistemas es asignada a la producción de granos y como consecuencia, se destina muy poca energía a los otros servicios. En este sentido, mediante la intensificación ecológica, es posible aumentar los ingresos de energía y utilizarla para restaurar los servicios ecosistémicos que se encuentren deteriorados.
Para muchos productores la intensificación ecológica comienza a ser una alternativa viable en sus sistemas de producción. La intensificación ecológica consiste en sembrar cultivos que no se cosechan en los periodos de barbechos para que cumplan con diversas funciones, como el control de la erosión, el aumento de la materia orgánica o la regulación del nivel de las napas freáticas. Recientemente, estos cultivos conocidos como cultivos de cobertura o abonos verdes, comenzaron a ser denominados “cultivos de servicios” para resaltar su multifuncionalidad y definirlos dentro de un marco ecológico que permite hacer foco en el ecosistema y en los servicios que provee.
Los cultivos de servicios permiten imitar el funcionamiento y la estructura que presentan los ecosistemas naturales, y diversificar la provisión de distintos servicios ecosistémicos en el tiempo. Tras su inclusión es posible contar, a lo largo del año, con un periodo con cultivos de cosecha que producen granos y con otro, con cultivos de servicios que aumenten la provisión de algunos servicios ecosistémicos que se encuentren deteriorados. En este sentido en función de la especie o la mezcla de cultivos de servicios que se siembren se podrán restaurar distintos servicios ecosistémicos que pueden ser percibidos en diferentes escalas de tiempo y espacio.
A escala local y en el corto plazo, los productores pueden percibir la restauración de servicios que determinan los insumos que son necesarios para sostener la producción. En ecología, los insumos son considerados subsidios de energía que se agregan a los agroecosistemas con el fin de canalizar la energía de sol a la producción de granos. Dichos subsidios pueden ser entendidos como servicios ecosistémicos que brindan los agroecosistemas cuando no se encuentran deteriorados y que, al perderlos, requieren de la incorporación de energía externa para sostener la producción. Algunos ejemplos son los fertilizantes nitrogenados, que aumentan la proporción de la radiación incidente que es transformada en productividad primaria neta, y los herbicidas, que aumentan la proporción de la energía que absorben los cultivos de cosecha. Los cultivos de servicios de leguminosas, al asociarse con bacterias fijadoras de nitrógeno, pueden reemplazar más de 200 Kg/ha de nitrógeno en forma de urea. Asu vez, los cultivos de servicios de gramíneas o crucíferas, pueden contribuir con el control de malezas mediante la disminución de la emergencia por cambios en el ambiente; la concentración de las emergencias en el tiempo (menos cohortes durante el barbecho); y el menor crecimiento de las malezas por el efecto “mulch” de la cobertura. Estos tres mecanismos aumentan la eficacia y disminuyen las dosis de herbicidas que deben aplicarse para controlar malezas.
Los cultivos de servicios también pueden aumentar la provisión de servicios ecosistémicos que se encuentran relacionados con el rendimiento potencial y son visibles en el largo plazo. Por ejemplo, pueden aumentar la provisión de los servicios provistos por el suelo, por medio del aumento de la materia orgánica del suelo y la mejora de las propiedades físicas del suelo. La materia orgánica es un reservorio de nitrógeno, fósforo y otros nutrientes para los cultivos y, además, está positivamente relacionada con la macroporosidad, el tamaño y estabilidad de los agregados y la densidad aparente. De estas propiedades físicas, emergen los servicios de infiltración y retención del agua en el suelo, que previenen la erosión y disminuyen el riesgo de déficit hídrico en el cultivo. Es por ello que resulta fundamental mantener la calidad de los suelos y los servicios ecosistémicos que estos proveen.
Finalmente, es interesante considerar que al mismo tiempo que los cultivos de servicios aumentan la provisión de servicios locales, pueden aumentar la provisión de servicios que tienen impacto a escala regional y global. A escala regional, mediante la absorción de agua y nutrientes, los cultivos de servicios pueden regular el nivel de las napas o evitar su contaminación por lixiviación. A su vez, pueden reducir los impactos ambientales de los cultivos agrícolas a escala global mediante el secuestro de C en la materia orgánica del suelo o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que ocurren durante los periodos de barbecho.
En resumen, los cultivos de servicios pueden restaurar la provisión de distintos servicios ecosistémicos y su inclusión debe ser planificada en función de los objetivos y limitantes presentes. Por un lado, los rasgos o características que presenten los cultivos de servicios que se siembren permitirán restaurar servicios ecosistémicos específicos. Por ejemplo, para formar materia orgánica y mejorar las propiedades físicas deben sembrarse cultivos de servicios con una alta producción de raíces, y para controlar malezas, cultivos con una alta tasa de crecimiento inicial que capturen los recursos en forma temprana. Por otro lado, una vez definida la especie o mezcla, es necesario considerar las limitaciones particulares que se presenten cada año. En general, la siembra de los cultivos de servicios debe ser lo más temprana posible de modo que permita generar suficiente cobertura antes de que comience el invierno; y la fecha de secado debe garantizar la recarga de agua en el perfil de suelo durante la primavera, para no comprometer el rendimiento del cultivo de cosecha siguiente. Sin embargo, dada las múltiples limitaciones y objetivos con los pueden incluirse los cultivos de servicios, es necesario realizar un manejo específico para cada situación particular.
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